Brianda Cediel, fundadora y CEO de esta organización, habló con MOMENTOS USA acerca del propósito de ayudar a los refugiados e inmigrantes a alcanzar sus sueños en el país de las oportunidades.
POR MELISSA TOVAR GUERRERO
Especial desde Saint Cloud, Minnesota.
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Brianda Cediel nació en la Base del Cuerpo de la Marina de Quántico (Virginia), porque su padre, Héctor Cediel Rodríguez, un militar colombiano, estaba cumpliendo funciones en Estados Unidos. Recuerda con añoranza que, tanto él como su madre, Blanca Guzmán, fueron quienes forjaron su espíritu de servicio, le enseñaron a dar antes que a recibir, y a compartir con los demás con entrega y generosidad.
Es una mujer de mundo, estudió para ser maestra de primera infancia en Colombia; después se radicó en México para aprender la influencia de la pintura en el ámbito de la enseñanza de un segundo idioma, y es que el arte también está en el ADN de la familia Cediel, su hermano Héctor es poeta y un prolífico retratista que se destaca en el dibujo de figura humana. Luego de su preparación en el país azteca, Brianda regresó a Estados Unidos para continuar con su entrenamiento académico relacionado con la educación para todas las edades.
Brianda, en esencia, es una maestra, y su vida es un mural en el que los contrastes entre las tragedias y los duelos (perdió a su madre cuando cumplió 25 años y quedó viuda cuando sus tres hijos eran muy pequeños) exaltan la resiliencia con la que ha determinado salir adelante después de cada pérdida. En cada tramo sobresale su temperamento filantrópico con el que ha decidido que cada día sea una oportunidad para ayudar a los demás. Aunque Brianda es el alma de su familia y el corazón de Hands Across the World —la organización sin ánimo de lucro que fundó hace veintitrés años en Saint Cloud (Minnesota)— los protagonistas de su legado son los refugiados e inmigrantes por los que trabaja con ahínco para que puedan tener mejores condiciones de vida y que recuperen sus anhelos.
¿Cómo surgió Hands Across the World?
Cuando comencé a trabajar con inmigrantes en Florida, conocí a personas de diferentes culturas y me di cuenta de que los niños aprenden rápidamente el idioma; después de tres meses un niño de cualquier cultura puede ser completamente bilingüe o políglota, pero a un adulto le toma mínimo 140 veces escuchar la misma palabra para que el cerebro la memorice. Observé que los niños irrespetaban a los padres porque no hablaban con fluidez el idioma, así que quise hallar una manera para que se reestableciera el respeto en la relación entre padres e hijos.
En aquel momento me trasladé desde Florida para radicarme en Minnesota, y ya había proyectado cómo podía resolver esa situación en la comunidad. Comencé desde la raíz. La idea fue crear un centro al que asistieran los padres con sus hijos preescolares. Desarrollé el currículo que estudiarían los padres (los temas básicos en inglés: Los colores, los números, el abecedario); luego, a sus hijos se los enseñamos también, de tal forma que cuando los niños regresaban a sus casas los padres podían ayudarlos a repetir y a repasar esas palabras.
Después de aplicar esta metodología, les preguntábamos a los padres si los niños los volvían a tratar con respeto, nos respondían que sí y ahí fue cuando alcancé mi meta personal: yo quería que los niños respetaran a sus padres y esa fue la estrategia que desarrollamos para que esto se hiciera realidad. Así surgió Hands Across the World (HAW). Todavía seguimos aplicando esta pedagogía con las familias que conforman esta organización.
Mis hijos (Juan Felipe, y los gemelos Francisco y Camilo) siempre me veían estudiando y leyendo, por lo que decidí realizar el programa “Después del colegio” para que, tanto padres como hijos, estudiaran juntos en el mismo lugar. Los niños recuerdan que sus padres los llevaban al colegio y que también estaban estudiando, la relevancia de estas remembranzas es sustancial para que más tarde se convierta en una de las motivaciones para que los niños decidan ir a la universidad.
Siempre les hemos dicho a los padres: “Ustedes están muy jóvenes, necesitan estudiar, están en el país que les da posibilidades para aprender”. Y a los niños les explicamos: “Es importante que vayan a estudiar al colegio y a la universidad”. De esta manera, la familia comprende lo fundamental de aprender en equipo.
La educación ha sido el pilar de HAW…
Sí, porque definitivamente lo que cuenta en el ser humano es la educación, por eso en los países desarrollados se da tanta relevancia y se invierte tanto dinero en la educación, porque desde pequeños les inculcan a los niños todos los valores que son primordiales para el sostenimiento de la sociedad, a ser honestos, a ayudar a las otras personas, que les importen sus compañeros y que socialicen con ellos.
Aún cuando ahora tenemos disponibles los programas académicos en formatos híbridos para que estudien desde las casas, durante la pandemia nosotros aplicamos una metodología para que los niños tomaran sus clases online y cada viernes nos encontrábamos en un parque, en un lugar al aire libre, para que pudieran socializar. Como se conocían por las clases en formato digital, ya se consideraban amigos e interactuaban fácilmente; porque para estas nuevas generaciones es natural relacionarse a través de los dispositivos electrónicos y continuar esas amistades de forma presencial.
Para mí, el sistema online para estudiar es muy positivo porque las mamás y los niños tienen que conectarse para las clases, nosotros les enseñamos a las madres cada paso para que puedan acceder a las sesiones, y los padres van aprendiendo simultáneamente con sus hijos. Este ha sido uno de los objetivos de HAW, que el proceso de aprendizaje sea paralelo para la familia.
¿Cuáles han sido los principales desafíos que ha tenido como fundadora y CEO de HAW?
Hay retos, pero yo soy una persona muy positiva, para mí un desafío es algo muy bueno porque te lleva a evolucionar, a progresar y a encontrar las soluciones. Uno de los retos más significativos han sido las fundaciones, porque nosotros recibimos dinero de estas instituciones pero, al mismo tiempo, nos dan fondos específicamente para un determinado proyecto, entonces el riesgo es que nos alejen de nuestra misión, que es ayudar a los inmigrantes y a los refugiados de la comunidad; buscamos darles todos los elementos posibles para que ellos se sientan bien en St. Cloud. Somos muy responsables y hemos aprendido a ser flexibles, porque debemos administrar los recursos que nos llegan para desarrollar los programas que corresponden a los fondos que nos entregaron. Hay que integrar esos proyectos para que, de alguna manera, todos se concentren en la formación y en la evolución de las personas. Este es el gran desafío.
Desde HAW ayudamos a las personas para que aprendan inglés, después los acompañamos en sus procesos para que comiencen a trabajar. Estamos en un momento de transición a nivel mundial y, con los avances tecnológicos, las personas que integran nuestra comunidad han decidido que quieren ser emprendedores y liderar sus propios negocios, eso está muy bien, así que ahora, además, les solicitamos dinero a nuestros donantes para que respalden estos proyectos de los inmigrantes y refugiados —que ya son ciudadanos— para que ellos puedan establecer sus emprendimientos. Acá se abre otro camino más extenso, ¿cómo podemos guiarlos para que abran sus empresas y que puedan sostenerlas en el tiempo para que sean exitosas? Para resolver estos cuestionamientos les estamos enseñando acerca de contabilidad, de los planes estratégicos para sus compañías, y de marketing, porque todos ellos están soñando con establecer sus marcas, y acá en Estados Unidos es esencial aplicar el marketing en los productos.
En Colombia vi crecer a una franquicia como Dunkin’ Donuts desde cero hasta llegar a ser un referente a nivel empresarial. Todo lo que aprendí con Camilo Maldonado —mi esposo— y con la familia, para desarrollar un negocio, para introducir un nuevo producto al mercado, entre otros objetivos, es lo que he estado aplicando en HAW. Por eso decidí incluir los programas para enseñarles a los emprendedores a realizar sus planes de negocios, a gestionar la contabilidad, a que sepan cómo pagar los impuestos acá en Estados Unidos. En esta vida todo es un proceso, así, paso a paso, estamos respaldando a los inmigrantes y a los refugiados en cada una de estas fases.
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Además de guiar a la comunidad hispana, HAW ha apoyado a cientos de refugiados provenientes de todos los países. Al respecto, Brianda destaca: “Es fundamental comprender el valor espiritual de querer a todas las personas. Por ejemplo, Minnesota le abrió las puertas a los refugiados de Somalia, así que la comunidad somalí es muy grande, muchos se establecieron en Saint Cloud y, aunque yo no sabía hablar somalí cuando comencé el programa, yo utilicé el lenguaje universal que es el amor, yo iba y abrazaba a los niños delante de sus padres, les sonreía y, si podía, también abrazaba a las mamás, luego les daba mi tarjeta para que asistieran a las clases. Es por mi amor hacia las personas que he querido verlas crecer; provienen de contextos de guerras y de conflictos sociales muy complejos, han tenido que dejar sus tierras y a sus familias, toda la parte humana y espiritual es inherente a la razón de ser de HAW.
El cariño de la gente es evidente, creo que he entrevistado a más de 4.000 personas que han pasado por nuestros programas, y todas ellas demuestran gratitud. Somos testigos de varias etapas, desde cuando llegan destruidos hasta cuando les damos esperanza. Con ellos aprendí que, cuando la gente llega a ti es porque están buscando esperanza, nosotros representamos la esperanza para cientos de refugiados e inmigrantes, por eso necesitan contención y conexión emocional.
He tenido que ser muy positiva, gracias a Dios mi positivismo es más fuerte debido a las grandes tragedias que he tenido en mi vida, por ejemplo, cuando perdí a mi esposo, ese amor con el que me rodeó mi familia fue el impulso que me dio seguridad y entusiasmo hacia la vida, y Dios me ha otorgado el don para transmitir ese amor hacia los demás”.
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Es frecuente que, a donde quiera que Brianda vaya, se encuentre con sus estudiantes de distintos países, recuerda sus nombres e historias, cómo llegaron, cierra sus ojos, se emociona al evocar y compartir los progresos que han alcanzado, enfatiza que muchas personas mayores han decido aprender inglés con el programa de HAW para comunicarse en este idioma con sus hijos, nietos y bisnietos.
Así mismo, conoce de primera mano las realidades de los refugiados, explica que “llegan con una bolsa pequeña en la que, por lo general, suele haber tres prendas, les dejan traer muy pocas pertenencias en el avión, llegan con un objeto de sus casas, casi siempre es la tetera en la que preparan el té chai. Lo más especial es acompañarlos desde cero, las agencias internacionales que los traen se encargan de conseguirles las viviendas y nosotros les damos mantas y cobijas durante el invierno; los llevamos a los colegios para que registren a los niños, así nos involucramos con toda la familia; empiezan a asistir a nuestras clases de inglés, de matemáticas y de conducción; les enseñamos a las mujeres la importancia de que se realicen la mamografía; el respaldo es integral, porque si las familias están bien las comunidades serán exitosas y eso repercute positivamente en el progreso de las sociedades.
Cuando las personas han sobrevivido a las guerras aprenden a tener ojos por delante y por detrás, así que les he enseñado a nuestros maestros y voluntarios que siempre hay que acercarse de frente para hablar con los refugiados porque, de lo contrario, se sobresaltan. Los refugiados aprenden a disfrutar de la libertad, de la cotidianidad sin peligros; aunque la vida de los refugiados es muy difícil al principio, el propósito es llevarlos a alcanzar la felicidad y la plenitud”.
Al ser voluntario se aprende a servir, a tener compasión, humildad, a compartir, por eso ser voluntario es tan determinante en la evolución humana, se asimilan diversas tradiciones y culturas, se comprende que es más valioso dar antes que recibir. Ya tenemos estudiantes de HAW que ahora están liderando organizaciones sin ánimo de lucro en Nuevo México (Estados Unidos); en Uzbekistán; en Sierra Leona y en Kenia, que están desarrollando las metodologías y los programas de HAW. Este es mi legado: haber inspirado a otras personas para que quieran ayudar y servir a los demás, desde los sueños que cada uno quiere hacer realidad.
Formamos a los inmigrantes para que sean líderes-servidores, para que progresen de forma colectiva, para que le aporten a la comunidad. Les enseñamos el trabajo en equipo con los programas de siembras comunitarias. El Departamento de Parque y Recreación de St. Cloud fue muy generoso y nos cedió lotes y espacios en los parques para que nuestros estudiantes comenzaran a sembrar y a cultivar. Les dábamos las semillas, cultivaban, intercambiaban vegetales, aprendían a dar, a ser generosos, a compartir. El líder-servidor se prepara y se educa para entender las necesidades que hay en sus entornos, es necesario escuchar a las personas para guiarlas a resolver los desafíos.
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Las alianzas con las entidades públicas de St. Cloud han sido significativas para la consolidación de cada programa de HAW, Brianda enfatiza que “mantenemos una gran relación con Dave Kleis, el alcalde de la ciudad; hemos tenido jefes de policía excelentes; el Distrito Escolar está muy interesado en el progreso de la comunidad, en la evolución desde la educación; contar con la sede de la Clínica Mayo en Minnesota es un privilegio; y con CentraCare; los trabajadores sociales que están en los condados del Estado también aportan, nos hemos apoyado los unos a los otros porque solo de esta manera, uniendo esfuerzos, es que seguiremos saliendo adelante. Cada persona es única en su forma de ser, preguntémonos cómo podemos interactuar con el otro respetando su identidad y su esencia”.
Al regresar a casa, entre obras de reconocidos artistas internacionales y esculturas provenientes de varias latitudes, Brianda tiene su “momento de paz”, es el tiempo en el que procesa tantas historias difíciles que escucha cada día. Para concluir cada jornada llama a sus nietos, escucha sus voces, y habla con sus hijos y sus nueras.
Su valioso aporte es evidente en todas las familias que ha apoyado a lo largo del camino. Este exponencial resultado da fe de que Brianda es, sin duda, una mujer admirable, ejemplar, llena de amor y generosidad para dar y compartir con los demás. Una líder comunitaria que se ha ganado el cariño y el respeto de quienes han tenido el privilegio de conocerla. Es un testimonio de vida con un gran propósito humanitario, una vida inspiradora.
Pueden realizar donaciones en: https://www.handsacrosstheworldmn.org/
Contacto: Brianda Cediel +1 320 260 1072
info@handsacrosstheworldmn.org
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“Es muy importante aprender a relacionarnos con otros seres humanos, hay que recordar que las interacciones presenciales son esenciales, más allá de los avances de la tecnología”.
“Nosotros necesitamos de los demás, las otras personas son muy necesarias para que seamos nosotros mismos”.
EN FAMILIA
“Mi hijo mayor estudió Administración de Empresas y Mercadeo en la Universidad de Minnesota en Mpls. Es empresario e inversor inmobiliario. Mi hijo mediano estudió Administración de Empresas en Wharton School of Business de la Universidad de Pensilvania, y obtuvo su Maestría en Administración de Empresas de Harvard, y también es empresario. Finalmente, mi hijo menor hizo su doctorado en la Escuela de Medicina de la Clínica Mayo en Rochester, MN. Es un médico que completa su residencia en radiología en la Universidad Northwestern, en Chicago.
Mis hijos están casados con tres mujeres increíbles y profesionales. Disfruto ser abuela. El éxito de mis hijos es el mismo que deseo para las futuras generaciones de nuestro país. Fui una madre dedicada, voluntaria activa en sus escuelas y asistí a todos sus juegos deportivos; soy una entusiasta colaboradora en todos sus sueños.
Igualmente, soy miembro activo en nuestra comunidad. Participo en diferentes Juntas Directivas, aportando e invirtiendo para, entre todos, salir adelante”.